La Paradoja de Kaldor
Uno de los argumentos más utilizados para sensibilizarnos sobre las necesidades de reforma de nuestro sistema de pensiones es el del envejecimiento de la población. El último informe de la OCDE sobre pensiones (resumido aquí por El País) insiste también en esto, y estima que en 2050 habrá en España 76 personas jubiladas por cada 100 personas en edad de trabajar (con edades comprendidas entre 20 y 64 años). Por si el lector se pregunta si esto es mucho o poco, en 2016 esa cifra era de 30,5. El informe de la OCDE concluye a partir de esta diferencia que “el envejecimiento presiona sobre la sostenibilidad financiera y la adecuación de los ingresos de los sistemas de pensiones”.
Ahora bien, ¿es esto suficiente para justificar los recortes de las pensiones –los que ya se han producido, y los que vendrán-?
Aunque ciertamente la cifra invita a una reflexión profunda sobre cómo asegurar el futuro del sistema público de pensiones (es decir: garantizar su financiación a la vez que se mantienen unas pensiones suficientes) también conviene ser prudente en el manejo de estos datos y no precipitarse con las conclusiones. De hecho, un simple ejercicio numérico a partir de datos del INE ayudará a ver la cuestión con otra perspectiva.
Para empezar, como señalan frecuentemente los demógrafos que trabajan estas previsiones (Fernández Cordón, aquí, es un excelente ejemplo), si lo que nos interesa es computar una tasa de dependencia económica, lo que deberíamos medir no es esta ratio entre personas mayores y personas en edad de trabajar, sino la relación entre todas las personas dependientes y aquellas personas que participan efectivamente en la producción. En el numerador, por tanto, debemos poner no sólo a los jubilados y jubiladas, sino también a menores de 16 años, y personas en edad de trabajar que permanecen inactivas o paradas, mientras que en el denominador deberíamos colocar a todas las personas con empleo.
Esto es importante por dos razones: primero, porque en las proyecciones demográficas no solo aumenta el número de personas mayores, sino que por las mismas razones disminuye el número de menores de 16 años; segundo, porque quien debe sostener a las personas dependientes es exclusivamente la población ocupada, y España tiene aquí un gran margen de mejora, puesto que su tasa de empleo puede aumentar sustancialmente. Si esto ocurre, aumenta el denominador y también se reduce el número de personas dependientes entre 16 y 64 años (aquellas que están en situación de desempleo o inactividad), y por tanto el numerador.
Veamos, en concreto, cuál fue la situación en 2016. Con los datos del INE (la EPA) en el promedio de ese año la población ocupada fue de 18.341,6 miles de personas. Para la población entre 16 y 64 años, la tasa de paro fue del 19.6%, la tasa de actividad del 75,4% y la tasa de empleo era del 59,5%. Es decir, solo 6 de cada 10 personas potencialmente activas estaba realmente ocupada. Esto contrasta con la situación de otras economías, como por ejemplo Dinamarca, en la que el 75% de la población en edad de trabajar está ocupada (la tasa de actividad es del 80% y el paro de solo el 6,3%). Otros países de la UE-15 con tasas de empleo similares son Alemania, Holanda, Austria, Gran Bretaña y Suecia.
Puesto que la población total de 2016 fue de 46.438,4 mil personas, la población dependiente sería “toda la que no está ocupada” (28.097 mil personas). Aquí incluiríamos las personas mayores de 64 años que no están ocupadas (8.542,6 mil), pero también a menores de 16 años (7.474,4 mil), población desempleada entre 16 y 64 años (4.481,2 mil) y el resto de inactivos e inactivas. Por tanto, la tasa total de dependencia económica en 2016 fue en España de 1,53 dependientes por cada persona ocupada.
¿Cuál será la situación previsible en 2050? La clave es que esto no dependerá solo de las previsiones demográficas, sino también de lo que ocurra hasta entonces con el empleo. Por ejemplo, aceptando que la población se comporta como ahora mismo prevé el INE (y esto también está sujeto a un grado elevado de incertidumbre(1)), podemos preguntarnos cuál sería esta tasa total de dependencia si España lograra tener la misma tasa de empleo que los países que hemos mencionado antes, es decir, un 75% en vez del 60% actual.
Lo llamativo de este ejercicio es que sería… ¡la misma que en 2016!
Según el INE, la población total en 2050 será en España de 44,3 millones de personas (2,7 millones menos que ahora). Si a la distribución por edades prevista le aplicamos la tasa de empleo del 75% en la franja de 16 a 64 años (y añadimos el mismo porcentaje de ocupados mayores de 64 años que en 2016), la cifra de ocupados sería de 17.529 miles (aproximadamente 800.000 personas menos que la cifra actual) y la de dependientes se situaría en 26.739,1 miles (1,4 millones menos). Esto se debe a que el aumento de dependientes mayores de 64 años se vería más que compensado por una disminución casi idéntica de los dependientes entre 16 y 64 años (habría más personas activas, y de ellas un porcentaje menor estaría desempleada) y por la disminución en 1,8 millones del número de menores de 16 años.
El siguiente gráfico ilustra la diferencia. Entre 2016 y 2050, la tasa de dependencia total no aumentaría si el aumento de la población en edad avanzada se compensase con una reducción de las personas en edad de trabajar que se mantienen inactivas o paradas. Sin embargo, si la tasa de empleo en 2050 fuese la misma que la registrada por la economía española, en media, entre 1995 y 2016 (57,4%, casi igual que la actual) la tasa de dependencia económica sí aumentaría sustancialmente, con el mismo escenario demográfico.

Fuente: elaboración propia a partir de los datos del INE.
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