Artículo en la revista Noticias de Política Económica, número 22 (V Aniversario), Universidad de Valencia, diciembre de 2018
La política económica[1].
Son muchas y variadas las definiciones de política económica en la actualidad, pero todas ellas transmiten la idea de que la política económica consiste en la voluntad de incidir en las variables económicas por parte de las instancias políticas dirigentes de una sociedad, en concreto, aunque no exclusivamente, por parte de los Estados[2], Y también comprende la disciplina encargada del estudio de esta rama de la actividad pública[3]. Otras definiciones más académicas, por ejemplo, la del catedrático italiano F. Forte -consiste en el uso por parte de distintos centros de poder de los medios de acción sobre el proceso económico con el propósito de conseguir fines dotados de valor político[4]-, o el economista francés B. Guerrien – rama de las teorías económicas que trata de las diversas maneras como el Estado puede intervenir para incidir en la economía[5]-, no cambian sustancialmente el sentido actual de esta disciplina, y la percepción de la misma por los estudiosos de estas cuestiones permanece también en la misma línea.
Es difícil, sin embargo, separar la política económica (PE) del resto del pensamiento económico. Prácticamente desde que se encuentra alguna reflexión económica en la historia, aparece unida al afán por afectar a los aspectos económicos de la realidad a la que se refiere. El interés por entender el funcionamiento económico del mundo, y especialmente el de los dirigentes de toda sociedad, reside en el deseo de manejar las variables económicas para lograr los objetivos deseados. Porque casi todo comentarista de los hechos económicos acaba por evaluar estos en relación con unas ideas de lo que sería deseable y, más o menos explícitamente, recomendando líneas de actuación para lograrlo. Casi siempre, partiendo de una percepción de la realidad existente según el analista –el diagnostico-, se trata de mejorarla hacia situaciones más favorables –el tratamiento- también según los valores del cronista. Líneas de actuación que debe implementar generalmente una entidad con poder para ello, sea esta el jefe de la tribu, el faraón, el señor feudal, el soberano o las múltiples instituciones públicas que conforman el Estado moderno. Y esto no cambia con la consolidación de la disciplina de la economía como conocimiento autónomo en los siglos XVII- XVIII, con los que hoy conocemos como los Clásicos.
La diferenciación entre la teoría económica y la política económica se debe más a la arbitraria separación de cátedras en los estudios de economía y a la consiguiente especialización de sus profesionales que a la sustancia del pensamiento económico. De hecho, es difícil encontrar un texto de ‘teoría económico’ que no termine con prescripciones de política económica. Aunque se admita por un momento un enfoque más positivo y se considere que la distinción entre la teoría y la política económica sea debida al avance de la disciplina que ha ido exigiendo un tratamiento más profesional y especializado en cada uno de sus aspectos, aun así, la vinculación entre teoría y política sigue siendo muy estrecha y la distinción entre ambas ardua. Creo que durante muchos años el pensamiento económico y las recomendaciones de actuación han estado unidas en el desarrollo de esta disciplina. Cualquier lectura de reflexiones económicas de la antigüedad, así como una somera revisión de los Clásicos, lo confirma.
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