Economía Crítica y Crítica de la Economía

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Los hogares, ¡ay!

Autor: Carmen Castro Garcia

eldiario.es

Aprender de los errores debería ser uno de los aprendizajes más efectivos, algo así como un tattoo de por vida, sin embargo, hay quien ni con esas.

Son muchas las voces que alertan de la necesidad de repensar las políticas económicas más allá del Producto Interior Bruto y dejar de usar el PIB como indicador de la riqueza y bienestar de una sociedad; además de estar obsesivamente vinculado al objetivo del crecimiento económico monetizado lleva implícito importantes sesgos de género, sociales y ecológicos en su elaboración y ello pone en cuestión su interpretación descriptiva. Sin embargo, nada de ello parece haber ser tomado en consideración por quienes están en posición de (des)gobierno, porque ahí siguen, erre que erre, a vueltas con el indicador de marras.

En 2014, el cambio de metodología del Sistema Europeo de Contabilidad permitió a los estados miembros arañar algunos puntos del PIB con la inclusión de la monetarización de actividades y servicios procedentes de la economía ilegal, como el contrabando, la producción y tráfico de drogas y la prostitución; también se cambió la forma de considerar los gastos militares y los de I+D+i que desde entonces se identifican como inversión en vez de consumo. Esta forma de cocinar los datos del PIB, junto a otros factores que incidieron en su evolución, contribuyeron a la declaración oficial del fin de la recesión y el inicio de la fase de recuperación que experimentaron mayormente el 10% de la población de acumula mayores niveles de renta y riqueza.

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Economía feminista, sin eufemismos, para articular transiciones justas

Autor: Carmen Castro Garcia

eldiario.es

La urgencia de las transiciones ecosociales se anuncia con cada evidencia científica de los grandes cambios que ya están en marcha: el ecológico, con el colapso del planeta en ciernes; el demográfico, con el proceso acelerado de envejecimiento; y el tecnológico, con el proceso de robotización y la digitalización de la economía. Todos ellos van mostrando ya realidades distorsionadas que auguran un futuro escasamente deseable para gran parte de la población. No es casual que las primeras emergencias conduzcan al abordaje de los cuidados como una necesidad social y a la redistribución de tiempos, trabajos y rentas desde criterios de justicia de género, social y medioambiental.

El discurso sobre la necesidad de articular la agenda en torno a la sostenibilidad de la vida (tanto de los ecosistemas como de las personas) ha ido sumando voces, a veces incluso a riesgo de su banalización; por ello, creo que es importante poder llegar a atisbar el bosque en su conjunto, desmontando para ello los relatos en los que no es posible identificar de qué vida hablamos, a quién afecta, en qué condiciones y a cambio de qué. En la era de los eufemismos, las trampas neoliberales avanzan cada vez con mayores dosis de misoginia institucionalizada y edulcorada por la parafernalia de los mercados. Sin embargo, no son tiempos para medias tintas. Jugar actualmente a la ambigüedad conceptual, si bien puede ser una táctica para conseguir un determinado rédito electoral, es muy discutible que dicha práctica pueda identificarse como un ejercicio honesto de compromiso real con la transformación social. Esto viene a cuento también por el hecho de cómo a veces se elude nombrar a la economía feminista aún a costa de perder lo que se quería comunicar y de que sea su propia particularidad crítica, la feminista, la que da sentido y coherencia a las transiciones económicas que propone.

Y es que la economía feminista aboga por el sostenimiento de una vida digna para todas las personas, desde la igualdad de género, en una amplia dimensión en la que confluyen diversidades sexuales, de identidades, raciales y procedencias en un sistema relacional de interdependencia que busca reconciliarse con la naturaleza, de manera inaplazable, sabiendo que el momento es ya. Hablamos de la vida atravesada por las desigualdades estructurales y de la necesidad de posibilitar escenarios de justicia redistributiva, garantizando condiciones dignas para las mayorías sociales, esto es, alimentos, educación, salud, vivienda, tiempo para una misma, tiempo social, corresponsabilidad en los cuidados, etc. Hablamos de equilibrios y de autonomía relacional, hablamos de plenitud a lo largo del ciclo de vida, hablamos de repensarnos y construirnos desde otro paradigma, desmontando las asimetrías jerárquicas existentes por cuestión de género. Hablamos de subvertir el (des)orden patriarcal y neoliberal. Hablamos de la vida en común, de la colectividad, de la empatía social, invitando a repensarlo y reconfigurarlo todo a través de un proyecto ético para la transformación social, por el que nos replanteemos qué producimos, en qué condiciones, a cambio de qué y sobre todo, qué necesitamos realmente para vivir bien.

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Tiempo de feminismo, de pactos y confluencias

Autor: Carmen Castro Garcia

eldiario.es

La pasada cita electoral trasladará al Congreso la mayor representación de mujeres conseguida (47,4%) y también la constatación de que aún existe una amplia mayoría social y progresista dispuesta a frenar a la ultraderecha y a articular márgenes de confluencia para acabar con la precariedad, la desigualdad y la injusticia social. Falta por demostrar si la mayoría parlamentaria propiciará el momento decisivo para emprender políticas transformadoras que nos alejen de los rancios encorsetamientos de género y de la división sexual del trabajo.

El horizonte está por despejar y no es previsible que se resuelva la incertidumbre antes de la próxima cita electoral -26M- sobre cuáles serán las piezas que jueguen un papel protagonista en la conformación del Ejecutivo. Hay teorías explicativas sobre esta demora, desde las que aluden al tacticismo, a la incompetencia para analizar los resultados, al negacionismo ante la evidencia de los mismos o a intereses implícitos y de connivencia con las oligarquías económicas.

Entre tanto ruido, pudiera parecer que las cartas vienen dadas; sin embargo, sería un error pretender obviar el significado del voto instrumental y cuál fue el detonante que lo ha activado en las pasadas elecciones. Es probable que quien adolece de mirada de largo alcance confunda los votos y la mayoría parlamentaria conseguida con una oportunidad para defender su propia marca; sin embargo, este no es momento para el simplismo de aferrarse a la siglas de un partido concreto, es el momento de hacer emerger el interés general y confluir. Sí, han leído bien, confluir es la acción.

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Permisos por nacimiento sin género

Autor: Carmen Castro Garcia

ctxt.es (La Paradoja de Kaldor)

Se abre un nuevo escenario para la corresponsabilidad con la equiparación de los permisos por nacimiento. El pasado 1 de abril finalmente entraba en vigor la reforma legislativa que establece el objetivo de equiparación de los permisos para padres y madres, que reconoce la necesidad de que sus permisos sean iguales, intransferibles y pagados al 100% con una hoja de ruta de 3 años para hacerla efectiva gradualmente (RDL 6/2019). 13 años de insistencia activista desde la Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción (PPiiNA) han dado resultado.

Celebro que tras tantas idas y venidas, reuniones, anuncios y votaciones en el Congreso de los Diputados, finalmente se haga realidad el derecho de cualquier persona a cuidar a su bebé en igualdad, independientemente de su sexo y de cómo haya conformado su núcleo familiar. Lo celebro, en lo personal y en lo político; en lo personal, por la satisfacción tras haber dedicado más de 10 años de investigación a este tema, una tesis doctoral, resumida después en un libro, en algunos capítulos y unos cuantos artículos más; y también lo celebro en lo político, porque el activismo compartido en la PPiiNA ha sido una práctica de inteligencia colectiva y feminista en movimiento, que ha conseguido ir sumando voces plurales, desde diversos ámbitos, en una vindicación común y una propuesta de incidencia política para conseguir aterrizarla a las vidas cotidianas. Hubiera preferido que en esta reforma legislativa se asumieran los detalles de la PL que había presentado el grupo parlamentario de Unidas Podemos – En Comú Podem – En Marea, porque recogía íntegramente el diseño de reforma que hemos estado proponiendo desde la PPiiNA. Los matices importan, por ello, aunque sin duda es un momento histórico para el avance en corresponsabilidad, conviene prestar atención a cómo se irá haciendo efectiva la equiparación durante el periodo transitorio previsto hasta 2021 ya que podría perder el potencial transformador que tiene dicha reforma legislativa.

La importancia del potencial transformador es el desafío que puede suponer a las relaciones desiguales de poder implícitas en la hegemonía cultural patriarcal. De ahí mi interés en medir la potencialidad género-transformativa, poniendo el foco de atención en el diseño de las políticas públicas y su previsible efecto, para impregnarlas de la capacidad de transformar las desigualdades de género de manera efectiva. Este índice, construido inicialmente para el análisis comparado de 27 países europeos con datos de 2012, y actualizado con datos de 2015, revelaba que aún en los países con mayor compromiso en igualdad de género, las inercias de la división sexual del trabajo se mantienen presentes en el sistema de permisos por nacimiento, reflejando la permanencia de los roles de género. El índice da un valor a la capacidad transformadora de las “normas sociales de género” implícita en la configuración actual de los sistemas de permisos por nacimiento en Europa. Entre las novedades que aporta el análisis de la potencialidad género-transformativa es una perspectiva diferente a  la percepción sobre determinados supuestos modelos de bienestar e incluso de algunos regímenes de género percibidos como ‘amigables con las mujeres’. Seguir leyendo…

“La crítica al modelo de cuidados es una crítica directa al sistema económico y patriarcal” (Entrevista a Carmen Castro)

Autor: Carmen Castro Garcia

eldiario.es (Ana Requena Aguilar)

24 horas después del éxito de la segunda huelga feminista que ha vivido España, la economista Carmen Castro reflexiona sobre uno de sus cuatro ejes: el de cuidados. Experta en políticas de igualdad y cuidados, y con un trabajo amplio sobre los permisos de paternidad como palanca para el cambio social, Castro considera que la huelga ha servido para poner sobre la mesa preguntas y conflictos que apelan a lo personal pero que son políticos.

¿Por qué era necesaria una huelga de cuidados?, ¿qué lugar ha ocupado en este 8M?

Era necesario plantear el eje de cuidados para mostrar la insostenibilidad de este modelo y sistema y de todo lo que se articula en torno a él y que se hace en contra del desarrollo de la vida. Necesitamos mostrar que esto no es viable, nos olvidamos de que lo realmente importante para sostener la vida y para que discurra de una manera aceptable y digna es precisamente lo que más perjudicamos u obstaculizamos. Hay que mostrar las grandes incoherencias de este sistema: invisibiliza el ámbito de los cuidados pero fagocita el hecho de que el trabajo reproductivo se realice en unas condiciones de extrema precariedad, o de forma gratuita,  y casi por parte de las mujeres.

Sin embargo, a pesar de esta presente en nuestro día a día o precisamente por eso, la huelga de cuidados es quizá la que más preguntas y contradicciones ha arrojado…

Nos ha dado muchos quebraderos de cabeza porque, ¿cómo planteas una huelga de cuidados? Es un conflicto en sí mismo si decimos que los cuidados forman parte de lo necesario. Lo que se quería plantear es qué pasa si desaparecen las mujeres que están asumiendo en estos momentos esas responsabilidades. Algunas compañeras decían ‘cómo voy a dejar de cuidar a mi abuelo’. No se trataba de eso, sino de emerger esa gran contradicción, de plantear cómo asumir esto como una responsabilidad social. Las propias empleadas domésticas han trasladado que no podían sumarse a la huelga porque sus condiciones de absoluta precariedad y desprotección laboral a pesar de apoyar las vindicaciones.

La huelga de cuidados sirve para enunciar la necesidad de repensar la economía, nuestro modelo de cuidados, y poner en el centro que las personas a lo largo de nuestro ciclo vital necesitamos atención y cuidados. Si ese planteamiento no está en el corazón cuando pensamos en nuestro modelo social y económico seguiremos yendo en contra de eso.

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¡Plan para la justicia de género ya!

Autor: Carmen Castro Garcia

ctxt.es (La Paradoja de Kaldor)

Diez años ya y el resultado más contrastado es el empobrecimiento de una gran parte de la población y el mayor músculo que ha agarrado el capitalismo con el nuevo (des)orden neoliberal impuesto.

Aún tenemos anotado, en la lista de tareas pendientes, gran parte del contenido del nuevo ideario, feminista y progresista, empezando por aquello de construir una economía que responda a las necesidades de las personas, dando sentido a la justicia redistributiva social, de género y ecológica. Por más que la lógica de la sostenibilidad de la vida se haya ido incorporando en algunos discursos sigue alejada del corazón de la agenda política, económica y energética. Las causas hay que buscarlas en el rearme capitalista y el embrutecimiento de la reacción patriarcal; debido a esta última también ha emergido con fuerza una versión vintage del imaginario simbólico de la naturalización de lo reproductivo como una responsabilidad femenina junto al mito de separación de las esferas de producción y reproducción.

Íbamos a cambiarlo todo, sin embargo, la beligerancia neoliberal ha encontrado vías de expansión los negocios transnacionales. De todos los que han proliferado, hay tres que considero especialmente preocupantes. En primer lugar, la arquitectura de la impunidad creada por la globalización financiera, y muy especialmente los servicios de arbitraje previstos en los tratados neoliberales de inversión (TTIP, TISA, CETA); en base a éstos, se han asegurado la prevalencia del interés oligopolista y corporativo capitalista sobre el interés general, público y común de sostenibilidad de la vida. En segundo lugar, la militarización creciente y el refuerzo de los mecanismos de represión de las libertades civiles, alentados en un contexto de geopolítica económica basada en la masculinidad hegemónica patriarcal. Y, en tercer lugar, la expansión de la mercantilización de capacidades, tiempos y recursos naturales. Con capacidades me refiero a la capacidad humana de producción (vía trabajo asalariado, atomizado y precarizado), reproducción (desde eufemismos como el alquiler de úteros y la donación de óvulos, a la compra de novias o esposas) y la de satisfacer los deseos de otras personas (con un amplio catálogo de casuísticas entre las que se incluyen el matrimonio infantil, la gestación subrogada y la prostitución). Esta tercera se vale de las contrageografías de la globalización, de las que habla Saskia Sassen, conformada por los mecanismos institucionales, flujos transfronterizos y mercados globales que se ponen a disposición para otra finalidad diferente a la que impulsó su creación; en este caso, para el gran negocio global de la mercantilización de personas. Sin ánimo de diferenciar ni entrar a debatir cuánto de dichos flujos provienen de las redes de trata o de tráfico, lo que me interesa es destacar, en primer término lo que constituye el objeto de mercadeo en sí mismo: la compra-venta de personas, de seres humanos, ya sea como un todo o al despiece. Algo huele a podrido en todo esto, por mucho que se pretenda esconder el hedor tras la falacia de la ‘libre elección’ y el refuerzo de la ideología individualista; probablemente sea uno de los mayores triunfos neoliberales, porque le va estupendamente al boyante desarrollo de la industria de explotación sexual y laboral. Se llama deshumanización, y es el proceso por el cual dejan de percibirnos como personas para percibirnos como cosas, mercancias, productos sustituibles o complementarios en el intercambio económico.

Todo lo anterior está ahí, conformando parte del nuevo esquema global que llega como un eco lejano a nuestra realidad cotidiana, afectada por la expropiación gradual del sistema de protección social y los derechos económicos.

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Imaginando lo posible: permisos por nacimiento y transformación social

Autor: Carmen Castro Garcia

eldiario.es

El desigual reparto de las responsabilidades de cuidados está en el origen de las desigualdades de género existentes, y aún así, en el debate en torno a los cuidados y, específicamente, en el de los permisos por nacimiento, se dan contradicciones y tensiones discursivas que discurren desde el reclamo auspiciado desde el binomio mujer-madre a la necesidad de implicación efectiva de los hombres en el cuidado infantil. De dicho debate salen propuestas y alternativas diversas, ni todas conducen a una transformación social, ni mucho menos a situaciones de justicia redistributiva -de género, social y ecológica-. La cuestión a dirimir es si estamos realmente en condiciones de imaginar una organización socioeconómica más allá del ‘orden de género’ que conforma el estatus quo patriarcal y, en cuyo caso, cómo articular dicho cambio para subvertir la división sexual del trabajo.

Durante estos 10 años de crisis-estafa ha ido permeando la trampa patriarcal de privatización de los cuidados. El enfoque neoliberal de las políticas y el mayor calado de su mito de la libre elección explican que muchas mujeres hayan asumido el coste asociado a la realización de los trabajos en los hogares, esto es, cuidados, actividades domésticas, relaciones psicosociales, etc. Hay quien dice hacerlo porque quiere y/o porque así lo ha elegido, ya sea por satisfacción, amor, gratitud, reciprocidad o culpabilidad; sin embargo, las situaciones individualizadas no deberían servir de excusa para obviar el trasfondo real. Las necesidades de cuidado no se resuelven por sí solas ni existen ‘manos invisibles’ que se encarguen de hacerlo. Cuando se cierran los servicios públicos, se minoran las plazas de educación infantil, se reducen los salarios o la falta de ingresos no permite acceder a contratar un servicio de proximidad, alguien del entorno familiar -más o menos extensa- tendrá que dedicar tiempo y afecto para atender al bebé, a la abuela con alzheimer o a quien sea la persona que necesita cuidados; la tendencia de que todo esto recaiga exclusivamente sobre las mujeres es debida a la inercia aprendida de los roles de género, más que una supuesta subversión elegida.

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“Europa renuncia a valorar el trabajo doméstico pero sí incluye en el PIB actividades como la prostitución y el narcotráfico” (Entrevista a Carmen Castro)

Autor: Carmen Castro Garcia

Especial 25N Las Discriminaciones Ocultas en Público.es (MARISA KOHAN)

La economista y activista social, Carmen Castro, aboga por un modelo económico que ponga en el centro de su actividad la sostenibilidad de la vida y las aportaciones que realizan las mujeres que hoy por hoy no se valoran, ni se visibilizan, pero que pueden suponer el 45% del Producto Interior Bruto los países. Esto significa repensar las políticas públicas y la asignación de recursos económicos. Una economía feminista supone, afirma, replantear los comportamientos individuales, principalmente los que realizan o no realizan los hombres.

¿Cómo influye la economía tradicional, la que tenemos, en la vida de las mujeres?

La economía que tenemos, la ortodoxa o tradicional, está basada en una división sexual del trabajo que genera una asimetría jerárquica por cuestiones de género. Crea una sociedad jerarquizada, sesgada y androcéntrica que no tiene en cuenta las capacidades, las potencialidades ni las condiciones de vida de las mujeres. Esto quiere decir que el sistema productivo que conocemos es posible y se asiente fundamentalmente en un trabajo que es invisibilizado, no es reconocido ni valorizado y que fundamentalmente realizamos las mujeres en el ámbito del hogar y las relaciones sociales.

La economía tradicional parte de postulados como el de la mano invisible de Adam Smith, que dice que no hace falta que intervengas en el mercado porque ya la oferta y la demanda se encargarán de poner las cosas en funcionamiento. Pero el mejor ejemplo de esto es lo que hemos vivido en estos últimos ocho años. Cuando no se establecen regulaciones lo que ocurre es esta inercia de voracidad capitalista y depredadora de acumulación de beneficios.

Usted habla de la economía feminista. ¿En qué consiste?

Consiste en cambiar la mirada y aplicar una perspectiva feminista a cómo se organiza social y económicamente una sociedad y cuáles son las relaciones y los valores que la sustentan. Se trata de poner el foco en visibilizar y hacer emerger todos los desequilibrios y las múltiples desigualdades de género que provoca esta economía ortodoxa, ciega a todo lo que no sea una visión androcéntrica y occidentalizada. Una economía en la que el hombre es el centro de todo.

Supone también poner el centro de atención en las necesidades de sostenibilidad de la vida y las aportaciones que realizan las mujeres en el día a día, que es esa parte invisible del iceberg. Lo que no se ve.

El cambio fundamental de este enfoque consiste en poner los cuidados en el centro como una necesidad social, lo que significa repensar las políticas públicas y el sistema de distribución y asignación de los presupuestos. Pero supone también la necesidad de replantear los comportamientos individuales, principalmente los que realizan o no realizan los hombres.

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Ser hombre tiene prioridad en la gestión de las demandas de empleo

Autor: Carmen Castro Garcia

eldiario.es

Gráfico: Evolución demandas empleo según sexo

Según los datos estadísticos del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) se resuelven antes las demandas de empleo de los hombres que las de las mujeres, relegando a éstas a periodos más largos de desempleo. No se trata de un hecho aislado, es una tendencia que se manifiesta más intensamente en estos últimos tres años y que explica que desde septiembre de 2013, el paro masculino se haya reducido más del doble que el femenino: un 8,4% frente a un 3,5%.

La gráfica muestra que, mientras disminuye el porcentaje de las demandas de empleo masculino pendientes de resolver (del 48,5% al 46,6% entre 2012 y 2014 respectivamente), aumentan las demandas femeninas de empleo pendientes (del 51,5% al 53,4% para el mismo periodo), incluso las de mayor preparación y niveles de estudios, y aún más a mayor antigüedad del registro de la demanda de empleo. A partir de los 6 meses, las demandas de empleo de las mujeres se demoran en mayor medida que las de los hombres; según los datos del pasado mes de septiembre, 865.855 mujeres llevaban más de dos años esperando a resolver su situación de demandantes de empleo, respecto a los 644.853 hombres.

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Alternativas para una vida digna: reparto del trabajo

Autor: Carmen Castro Garcia

eldiario.es

El reparto del trabajo representa, hoy por hoy, una alternativa necesaria para la redistribución de los recursos y la riqueza desde otro paradigma, basado en la equidad de género y la solidaridad intergeneracional.

Es puro sentido de común y por ello, precisamente, resulta fácilmente entendible. Si el trabajo remunerado no alcanza para todas las personas que están disponibles para el empleo, por qué  no modificar el criterio de reparto del mismo, reduciendo la parte del tiempo que comprometemos laboralmente en nuestras vidas. Según los datos de la última EPA, de los 22,8 millones de población activa que hay en el Estado Español, 6,2 no consiguen empleo. ¿Qué impide pasar de la jornada laboral máxima de 40 horas a otra de 25 o 30 horas máximas a la semana? Francamente, creo que nos iría mejor si pensásemos en clave de inversión, en qué capacidades y perspectivas estamos sembrando para el futuro; en cuál es la herencia social, económica y medioambiental que estamos traspasando.

Hay quien dice que una propuesta como esta no cuajaría porque parte de la ‘clase trabajadora’ se resiste a reducir su nivel de ingresos. En mi opinión, esta es una más de las muchas falacias con las que el sistema capitalista pretende mantener su propio ‘estatus quo’. Es la estrategia del ‘divide y vencerás’ de toda la vida: fomentar la rivalidad y división de intereses, entre quienes precisan de una renta del trabajo para subsistir; asentando, al mismo tiempo, la tradicional división sexual del trabajo.

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