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En las últimas semanas se está produciendo un importante ataque desde dos grandes medios de comunicación, El Mundo y El País, a las empresas de la Economía Social y Solidaria que trabajan con el Ayuntamiento de Madrid, así como a varios concejales, asesores y quizá de fondo a la alcaldesa. Se inventan una “trama” y sueltan nombres de personas que trabajan en la economía social o trabajaron en ella y hoy lo hacen en el Ayuntamiento. Las personas nombradas no tienen capacidad de contratación de servicios, pero se insinúa que la tienen y que usan su poder para crear una red clientelar.
No es una novedad. Desde 2015, el intento de descrédito mediático ha sido una constante. De forma recurrente, los nombres de personas y empresas de la economía social se han utilizado como arma arrojadiza contra el gobierno de Ahora Madrid.
Sin embargo, quizás porque se acercan unas nuevas elecciones, este último ataque es más intenso y, llamadme malpensada, parece estar coordinado entre varios medios de comunicación y algunos partidos políticos. Intuyo que, después de unas semanas de sacar todo tipo de información confusa e insidiosa, se terminará produciendo alguna querella infundada del PP, Ciudadanos o ambos, contra Ahora Madrid, que, como en otros casos acabará desestimada o archivada pero que generará ruido de cara a la contienda electoral. La economía social y solidaria y el cooperativismo es el terreno de combate que han elegido para poner en marcha esta estrategia.
En este marco de acoso a las cooperativas, el pasado lunes 30 de abril, se lanzaba una noticia que me afectaba a mí directamente. La escribía un periodista de El País, Luca Constantini, entregado desde hace meses a la causa de mezclar palabras, hechos y nombres en artículos venenosos de escaso rigor y calidad.
Ese lunes pude experimentar el dolor, el agobio y la rabia que da que alguien te difame en un medio de difusión masivo, y exponga una imagen distorsionada de ti ante miles de personas que no te conocen y a las que no puedes llegar para aclarar. Es curioso, pero no estuve tranquila hasta que pude comunicarme con mis hermanos y hermanas, que no son activistas, y solo se me saltaron las lágrimas cuando me expresaron su apoyo y confianza incondicional. Imagino que también se sentirán así Fernando Sabín, compañero imprescindible que, en una serie de piezas aún más delirantes que las que hablan de mí, está sufriendo un acoso tremendo por parte de periodistas de El Mundo; o Toño Hernández, el compañero de activismo y de vida más generoso.
Siento la necesidad de explicar cuáles son las falsedades y las medias verdades con las que Costantini construyó la noticia, que siguen la misma lógica del resto de noticias de este periodista contra Tangente y muy similares a las que El Mundoestá usando con otras personas y empresas de la economía social. Siento la obligación de hacerlo ante muchas personas que me conocen y a las que no tengo el derecho de exigir actos de fe ni confianza ciega.
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