El Salto (Economía para Todas)
“El ser humano es libre por naturaleza”. Bien podríamos decir que esta proposición reúne las esencias teóricas de la filosofía política liberal clásica (y neo). Sus partidarios, identifican el concepto de libertad, por un lado, con el libre albedrío, como si ésta fuese una consecuencia natural e inherente a la existencia misma, aunque con matices. Otro de los referentes tradicionales del pensamiento liberal es la divina providencia, si bien, proyectada sobre la biología (pobre biología), distribuidora última de las cualidades que distinguen a unos individuos de otros, príncipes y campesinos, listos y tontos, capitalistas y obreros, señores y esclavos, etc. Junto a estas dos premisas históricas, hay una tercera, a saber, la libertad es reductible al mero movimiento físico de las cosas y de los seres.
A partir de estos planteamientos, los partidarios de políticas liberales, neoliberales, o, como tradicionalmente son agrupadas, de derechas, se avienen a entender algo así como que la jerarquía de posiciones estructurales que ocupan los individuos en la sociedad, responde, fundamentalmente, a las características naturales de los individuos antes que a la distribución de oportunidades de las que disponen éstos y sus familias en la estructura social. Este principio esencialista, el cual, constituye la columna vertebral del cuerpo ideológico subyacente a la acción política de los partidos liberales europeos, tiene un hondo calado en la sociedad, y muchos representantes políticos, autodenominados de “izquierda”, han asumido parte de este discurso. Por ejemplo, uno de los argumentos que escuchamos para defender las políticas de becas al estudio por parte de algunas de estas figuras públicas, se basa en el denominado Talento tácito, concepto utilizado para referirse a las supuestas capacidades intelectuales especiales con las que se quiere distinguir a algunos individuos respecto de la media. Básicamente, la tesis es la siguiente: las becas al estudio permiten captar a aquellos individuos con dicho talento que por razones económicas podrían ser rechazados por el sistema educativo.
Ciertamente, en este supuesto, hay un fundamento utilitarista de la educación que, sin duda, ha resultado efectivo, al menos durante los últimos 50 años, para reducir la oposición de los liberales más radicales, partidarios de la educación elitista y la supresión de las becas públicas.
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