La Paradoja de Kaldor
Este es el primer artículo correspondiente a la serie “La antigravedad del bitcoin” donde, con el objetivo de ofrecer visiones alternativas, analizaremos el surgimiento de la criptomoneda, su evolución y dinámica, e indagaremos en el papel futuro que puede tener en la economía.
Planteamiento inicial
En el momento actual, el bitcoin es lo que podríamos denominar una moneda de tránsito. Los individuos obtienen rentas nominadas en dólares o en otras monedas convencionales, compran con ellas bitcoins, los retienen o los utilizan para realizar transacciones y quienes las reciben, aunque pueden también retenerlos provisionalmente, acabarán convirtiéndolos de nuevo en dólares para acudir con ellos al mercado. Este esquema se justifica porque no existe de forma generalizada ni percepción de rentas en bitcoins ni bienes y servicios cuyos precios estén fijados en esta moneda.
Con este punto de partida, la evolución del precio del bitcoin en dólares, que es determinado por las decisiones de los agentes económicos y, a su vez, determina estas decisiones, es la variable fundamental para entender el papel que juega –y predecir el que va a jugar en el futuro– en las economías actuales.
Una opinión muy difundida es que el comportamiento del bitcoin se ajusta a la evolución típica de una burbuja especulativa y que su rápido ascenso tendrá un abrupto final. Nuestra posición sobre este punto es que el bitcoin no se comporta como lo hacen las burbujas especulativas clásicas. En concreto, que el proceso especulativo, que es la principal causa de su fulminante crecimiento, no activa, como sucede en estas burbujas, un mecanismo interno que acaba provocando el colapso.
Esta idea sobre el futuro de su cotización es menos pesimista que la que difunden los augures del desastre y más pesimista, respecto a la importancia de su papel futuro en las economías de mercado, que las que proclaman sus entusiastas defensores. En efecto, un crecimiento rápido y continuo del precio del bitcoin en dólares lo incapacita para que instrumente de forma satisfactoria las tareas que una moneda debe cumplir en una economía de mercado.
La explicación que sigue, improvisada y provisional, ha eludido de forma premeditada adentrarse en la complejidad de los procesos criptográficos e informáticos de su generación y funcionamiento. Única justificación: la ignorancia del que esto escribe. De lo que no se sabe es mejor callar.
Para nosotros, el bitcoin es una moneda virtual que se “emite” a un ritmo decreciente –que acabará haciéndose nulo– y que ofrece ciertas ventajas respecto a las monedas convencionales, permitiendo transacciones opacas, ausencia de intermediarios, rapidez, seguridad, etc. Razonaremos aceptando que estas características van a mantenerse en el futuro.
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