Sin Permiso
La política y los discursos se quedan en nada si no se materializan en prácticas y recursos con un sentido concreto.
El Marco Financiero Plurianual de la UE nos recuerda, con frialdad, el lado material de la política. En él, se retrata la vocación práctica de la UE en su política concreta, al encuadrar, delimitar en volumen y transferencias internas los capítulos presupuestarios a medio plazo. No se trata, como suele presentarse, de un ejercicio de planificación presupuestaria para siete años, sino precisamente lo contrario: un corsé para limitar la acción política de la Unión, cuanto menos en lo que concierne a las políticas prácticas.
La Unión Europea es, en resumidas cuentas y, sobre todo, un espacio de concertación y de legitimación de las políticas de las clases dirigentes europeas. Unas políticas que sobre todo se aplican a nivel nacional, y la Unión establece el paraguas para facilitar la implantación de políticas neoliberales.
Como decimos, el Marco Financiero Plurianual impone al menos dos techos a la expansión de los presupuestos europeos, y lo hace para un plazo de 7 años, nada menos.
El primer techo es el de los recursos propios con los que se dota de medios la Unión. El endeudamiento no está contemplado.
El segundo, son precisamente los techos de gasto que se establecen para el conjunto de los presupuestos anuales y para cada gran encabezado presupuestario.
Aunque, hay otros muros que son mucho más importantes: Unos tratados europeos que blindan la naturaleza neoliberal de la Unión; un Consejo que debe decidir por unanimidad cualquier modificación y que está liderado y bloqueado sistemáticamente por los grandes países; y un marco institucional y una arquitectura económica que sólo está al servicio de las grandes corporaciones transnacionales y en especial de la industria energética y financiera.
Nuestra acción política debe mostrar las contradicciones del proyecto europeo. Y cabe hacer dos cosas, sabiendo que a esta UE sólo se la puede cambiar fuera de los cauces que sus instituciones establecen: o refugiarnos en el Estado Nación, o, si somos internacionalistas, reivindicar Otra Europa. Lo primero no permite afrontar la violencia del capitalismo global, pues el Estado-Nación tiene herramientas limitadas por sí solo. Lo segundo, es al menos un ejercicio pedagógico, y que, sin duda no nos van a regalar si queremos construirlo. Cuando la gente vea que lo socialmente justo y razonable no cabe en sus instituciones, ensancharemos la legitimidad para que, sin abandonar nuestras aspiraciones de internacionalismo solidario, podamos construir proyectos alternativos. Posiblemente a pesar y seguramente teniendo en contra a esta UE, a sabiendas de que la Unión Europea es el principal enemigo de las clases populares europeas, y no sólo las europeas. Un proyecto que habrá de constituirse necesariamente con otras instituciones, y con el soporte de pueblos soberanos, coincidan o no con el club actual de Estados Miembros; con marcos democráticos reales en el que los parlamentos cuenten con primacía; con una arquitectura económica favorable a la convergencia socioeconómica real, y con políticas económicas socialmente progresistas y ecológicamente sostenibles.
El todavía en vigor MFP 2014-2020 ya supuso un primer recorte respecto a MFP anteriores. El techo se estableció en el 1% de la Renta Nacional Bruta Europea.
Ahora la Comisión plantea un crecimiento hasta el 1,08% de la RNB (un 1,11% si incluimos el Fondo de Desarrollo Europeo). Y el Parlamento propone un ascenso tímido hasta apenas el 1,3% de la RNB, para el MFP 2021-2027. El Consejo es aún más terco y pretende contenerlo aún más. Como señal, las tensiones vividas con la negociación del presupuesto para 2019, en el que reclama fuertes recortes en el programa Horizon 2020, cuyo principal beneficiario es el Reino Unido, y con pretensiones de reducir el presupuesto europeo al 0,8% de la RNB de la UE. Posiblemente, para marcar la pauta en las actuales negociaciones para el próximo MFP.
En términos de peso macroeconómico todas estas propuestas son sencillamente ridículas. Informes poco sospechosos de progresistas, como el que redactaron Werner o McDougal en los años 70, ya indicaban que una economía de mercado sin al menos un peso compensatorio de un sector público, con políticas redistributivas, que alcance al menos un peso del 7% del PIB, sólo puede conducir a agudizar las desigualdades y divergencias. Esta tendencia no puede más que intensificarse, con la arquitectura económica que soporta la moneda única desde comienzos de milenio, que entraña un mecanismo de transferencia de las crisis económicas del centro a las periferias y un esquema que favorece a los países superavitarios, como es el caso de Alemania.
Las grandes líneas para el nuevo marco presupuestario nos resultan no sólo austeritarias, sino también reaccionarias, más allá que algunas medidas que crecen sean, dentro de un peso en el peso global menor, fáciles de vender. El Parlamento ha definido su posición, y defenderá medidas que no tienen objeción: en materia de investigación e innovación, la Garantía infantil, COSME, LIFE+, la iniciativa juvenil de empleo o Erasmus+, que, como decimos, representan un porcentaje menor dentro de la estructura de los presupuestos europeos. Decimos que va a tener una impronta reaccionaria porque el Consejo apela a una reducción brutal de la política de Cohesión y la Política Agraria Común; la Comisión también apuesta por reducir sustancialmente la PAC en un 16%, coincidiendo con el Consejo; pero también el Parlamento coincide con ellas, en fortalecer la política de control de fronteras, de control de los flujos migratorios o de defensa, proponiendo un crecimiento enorme en estas líneas.
A este respecto, tenemos que hacer mención que la PAC representa a día de hoy en torno al 39% de los presupuestos europeos. Aunque necesita reforma en su distribución -que se concentra en grandes terratenientes y debiera llegar al pequeño productor, así como potenciar la agricultura de proximidad ecológica-, parece que de lo que se trata, para las instituciones europeas, es simplemente de quitarle recursos para llevarlos a sus nuevas prioridades. Las políticas que también tienen un propósito de cohesión podrían ascender hasta un 34% del total. Se está produciendo una ola conservadora para ir condicionando la provisión de fondos sociales al cumplimiento de políticas de ajuste, y el trasvase lento de parte de estos fondos para financiar nuevas políticas de financiación de la inversión que ahora se están discutiendo que vendrían acompañadas de una condicionalidad austeritaria si se solicitan en caso de crisis. Es con estos fondos, especialmente recortando en la PAC, con los que se plantea una nueva adaptación austeritaria, esto es, autoritaria y neoliberal del presupuesto de la Unión Europea, y por tanto de su política económica concreta.

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