FUHEM Ecosocial publica en el número 139 de la revista PAPELES un monográfico sobre la alimentación, un ámbito donde se interrelacionan el poder corporativo global, la salud humana, las injusticias sociales, las desigualdades territoriales, el cambio climático o las iniciativas transformadoras.
Desde marzo de 2009 los precios de los alimentos se comportan como un activo financiero más. Los mercados han tomado el control de las materias primas alimentarias haciendo rentable provocar hambre en las familias más pobres de los países del sur. El sistema agroalimentario globalizado es indefendible tanto por los impactos ecológicos, socioeconómicos y culturales que genera, como por su alta vulnerabilidad en un contexto de crisis de las energías fósiles y cambio climático.
A pesar de que el campesinado produce cerca del 80% de los alimentos mundiales apenas tiene relevancia en el modelo agroindustrial globalizado donde las grandes cadenas de distribución de alimentos controlan, a su vez, cerca del 80% del mercado. Tres empresas (Bayer, ChemChina y Dupont-Dow), dominan tres cuartas partes de los mercados de semillas y agrotóxicos). ”Esta pérdida de control del campesinado sobre las semillas supone un menoscabo considerable a la soberanía alimentaria de los pueblos en la medida que se incrementa la dependencia del capital transnacional”, apunta en el artículo Las crisis alimentarias y el fin de la era de los alimentos baratos, Santiago Álvarez Cantalapiedra, director de FUHEM Ecosocial.
En la producción afrontamos una crisis en la disponibilidad, que no pasa por la cantidad de alimentos, sino por su calidad y por la sostenibilidad de su producción. En la distribución, es una crisis de equidad porque los alimentos no van donde se necesitan, sino donde se pueden pagar. El derecho a la alimentación aún sigue siendo papel mojado desde 1948, tal y como apunta Patricia Aguirre en “Hoy comemos para morir, pero podemos comer para vivir”.
En la otra cara de la moneda está el despilfarro alimentario, como recogen las investigadoras de la Fundación ENT, María Mestre y Verónica Martínez en “Desperdicio alimentario, análisis de una problemática poliédrica”. Porque son más de 1.300 millones de toneladas de alimentos las que se pierden a lo largo de toda la cadena alimentaria con un coste económico equivalente al PIB de Suiza (750.000 millones de dólares). Por su parte, España, con 7,7 millones de toneladas colabora con un 0,7% al desperdicio mundial de alimentos.
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