Economía Crítica y Crítica de la Economía

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Lucha de clases: Salarios y Crisis

Autor: Alejandro Quesada Solana

Categoría: Ideología

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En los últimos días hemos podido escuchar como la Comisión Europea solicita para España que se aumente el IVA y que se flexibilice aún más el mercado laboral.

Como sabemos, el IVA es un impuesto regresivo, esto es: no importa cuál sea tu capacidad económica que lo pagas igual que otro que la tenga superior o inferior. La bolsa de gusanitos de los niños ricos la paga el padre igual de cara que la de los niños pobres. Por tanto, se hace más difícil para un padre o madre pobre pagar una bolsa de gusanitos que para una madre o padre rica.

Pero por otro lado el IVA no es sólo un impuesto regresivo que hace que los menos pudientes, ante su subida, lo pasen peor que los más ricos; no, además es un impuesto que grava el consumo. Si una bolsa de gusanitos vale 20 céntimos, con una subida del IVA la bolsa valdrá algo más. De este modo, aquellos cuyo salario les permitía comprar al mes, llegando muy justos, una bolsa de gusanitos para sus hijos, ya no podrán comprar ninguna.

Se puede compensar una subida del IVA con el aumento de salarios que hagan que esa subida se suavice, pero de acuerdo con la OCDE, en España los salarios reales (es decir, aquellos que miden la capacidad adquisitiva real) cayeron un 4% entre 1996 y 2007. En concreto durante el año 2010 cayeron en el orden del 0,5%.

En ese entorno en el que los precios suben (a causa de muchos factores, pero se agravan con la subida del IVA), y los salarios caen, lógicamente el consumo disminuirá. Así nos encontramos con que, si disminuye el consumo -en nuestro caso, de gusanitos- varias empresas que se dedicaban a la fabricación, envasado, distribución y venta de gusanitos cerrarán o reducirán personal, engrosando las listas del paro (situadas según los últimos datos disponibles de la EPA en 4.910.200 desempleados); con lo cual nos encontramos con más padres cuyo poder adquisitivo ha disminuido (por pasar de cobrar 1100 euros a, en algunos casos, nada); lo cual no hace sino incrementar esa bola de subconsumo debido a un problema de demanda; modelo que es perfectamente válido para el resto de sectores y no sólo para el de los gusanitos.

Ante la crisis muchos gobiernos, en especial el español, se han focalizado en la creación de empresas a través de ese virus llamado “del emprendedor”. Si quieres que te vaya bien en la vida la solución es simple -aseguran los medios de comunicación, las universidades, las campañas publicitarias…- sé emprendedor. De este modo tú, y sólo tú, podréis demostrarle al mundo que everything is allright.

Pues bien, sinceramente no entiendo por qué se hacen tantos esfuerzos del lado de la oferta -impulsando la creación de empresas- cuando es evidente que el problema está en la demanda -bajo poder adquisitivo de la sociedad-.

En ese sentido, el objetivo de un gobierno socialdemócrata al uso es bien sencillo: impulsar el consumo a través de la deuda pública; una deuda que financiar mediante la subida impositiva a las rentas más altas y al impuesto sobre sociedades habilitando tramos más altos en función de beneficios. De este modo el Estado absorbe desempleados, los pone a trabajar, genera salarios, impulsa el consumo, provoca que haya producción y beneficios para las empresas y, además, recupera el dinero invertido -la deuda- mediante el aumento de ingresos vía impuestos.

Sin embargo el enfoque económico ha sido bien distinto. Se ha impulsado la liquidez bancaria aumentando la deuda pública -en lugar de generar puestos de trabajo-, con el objetivo de que las empresas sigan endeudándose para seguir produciendo y dando trabajo (es decir, no es ya el Estado el que impulsa el trabajo, sino que se deja en manos de las empresas privadas). Los bancos, a quien nadie obligó que diesen crédito, se sanearon por dentro con el dinero público y cortaron el grifo a las empresas. Así mismo debemos tener presente que en España los salarios reales iban en constante descenso, teniendo los y las trabajadores que acudir a por prestamos para poder ir tirando -máxime cuando se tienen que enfrentar a monstruosas hipotecas-. Si no hay prestamos, no hay consumo. Si no hay prestamos, no hay producción. Si no hay consumo ni producción se cierran empresas, se despiden trabajadores, se imposibilita el pago de deuda pública por caída de ingresos y se agrava la crisis. Pero, ¿qué crisis? Evidentemente, la crisis de los pobres.

La cuestión es sencilla: ¿Cómo, sin aumentar el poder de los trabajadores, hemos sido capaces de soportar un crecimiento que ha sido absorbido en su totalidad por los beneficios, en lugar de por los salarios? Pues simplemente porque somos herederos de unos salarios reales en caída compensados a través del crédito que crearon una falsa ilusión de riqueza y que generó una burbuja que muchos vieron y nadie -de los que podían a través de leyes, y de los que se estaban enriqueciendo a manos llenas- impidió que se agrandase y explotase, beneficiando así a unos pocos banqueros y dueños del capital.

Es por ese mismo motivo por el que lo primero que hay que hacer es poner dinero en manos de la gente e impulsar el consumo como medida más urgente al corto plazo. Ese tiene que ser el objetivo más inmediato como medida para la creación de empleo. Sin embargo, como decía más arriba, parece ser que la Comisión Europea no acaba de comprender esto; o siendo más claros, sólo acaba de comprender que el Estado necesita ingresos para poder pagar los intereses de la deuda a los fondos de inversión y especuladores varios que especulan con las necesidades de la sociedad; esa es la verdadera preocupación de la Comisión Europea, el bienestar y el beneficio de los causantes de nuestra crisis.

Estamos, ante todo, en la eterna lucha de clases. Parece que, de momento, están ganando la partida; sin embargo hay un rayo de esperanza ahora cuando la ciudadanía se ha dado cuenta de que nadie buscó ayudar y que se vivía en una burbuja constante a costa del crédito -alimentando a ese puñado de alimañas carroñeras que son los “mercados financieros”-, cuando se explota y se ocupan plazas. Es ahora cuando hay que demostrar que se está a la altura y que esto hay que cambiarlo de forma que no haya nadie que pueda volver a cambiar la situación, porque el proceso democrático está ya en la calle. Es ahora cuando los pobres, una vez sufrida su crisis, tienen la obligación de pasarles la factura a aquellos que con el dinero público lo usaron para sí mismos y a aquellos que, sabiéndolo, no intervinieron.

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